La tradición del pesebre popular napolitano implica no sólo técnicas, sino también un ritual preciso, que responde a las fechas definidas, con una cadencia que da al tiempo una dimensión sagrada.
A la edad de doce años preparé, con la única ayuda de un amigo de mi edad, mi primer pesebre, en el estilo del pesebre tradicional napolitano, tratando de poner en práctica las enseñanzas de mi padre y imitando su forma de operar.
Por supuesto, eran pocos los materiales que tenía disponibles, papel y pegamento, sobre todo, y algún palito de madera para la estructura. El resultado ciertamente no fue una obra maestra, pero no hubiera podido ser mas conmovedora la pequeña ceremonia con la que, a medianoche, el Niño Jesús vino a nacer en ese pobre belén construido enteramente por las manos del más joven de la familia: a poner al niño en el pesebre era la abuela materna, quien recitó la oración, mientras que todos de forma devota hacían la señal de la Cruz.
El pesebre, de hecho, está en el centro de un ritual que involucra la vida de toda la familia, lo que significa que no sólo crear un pesebre, sino también mantenerlo vivo, durante todo el período de Navidad, consiste en una serie de gestos y acciones, inspiradas por la tradición popular.
Lo que quiero que conozcan en estas páginas es la tradición específica del pueblo napolitano.
Creo que es importante, en primer lugar, aclarar el verdadero significado de la palabra «tradición», que a menudo se interpreta como el simple apego al pasado y la mentalidad cerrada a cualquier tipo de cambio. No es así: la tradición es, sin embargo, el acto con el cual se entrega a los sucesores la preciosa herencia de conocimientos, de costumbres, para que lo enriquezcan y, así enriquecido, a su vez, lo entreguen a los que vienen detrás .
Para estar en sintonía con la tradición, primero tenemos que cumplir con una cadencia de tiempo, es decir, algunas fechas específicas. Tradicionalmente, de hecho, el pesebre popular debería estar listo para el veintinueve de noviembre, el día en que el inicio de la Novena de la Inmaculada es anunciado por el sonido dulce y un poco triste de las gaitas. Durante nueve días, ante el comedero aún vacío del Niño, los gaiteros tocan en los instrumentos pastorales típicos sus melodías conmovedoras, que tienen el poder de traer de vuelta a la infancia, alternando la música con el canto de palabras muy simples: «Nochebuena no se duerme, se piensa en el niño Jesús y la Virgen María».
Entonces, después de el 8 de diciembre las gaitas permanecen en silencio, para reanudar el 16 de diciembre para la Novena de Navidad, que se lleva a cabo con los mismos rituales que hemos visto para la Inmaculada.
La noche de Navidad, con el alegre sonido de las campanas, se pone el niño en el belén. La tradición cuenta que esta tarea se confía a al más pequeño o al más mayor de la familia.
Comienza, mientras tanto, también el viaje de los Reyes a la cueva de la Natividad: Año Nuevo se les hace llegar a mitad del camino y en la Epifanía, 6 de enero, se les hace «desmontar de cavallo» y se ponen antes de la cueva para adorar al Niño y ofrecerle sus dones, «oro, incienso y mirra».
Por último, viene el momento de retirar el pesebre y almacenarlo hasta la próxima Navidad. Se puede hacer la misma noche de la Epifanía, pero quienes desean ampliar en su casa el tiempo de permanencia del pesebre puede posponer la ceremonia al diecisiete de enero, un día dedicado a San Antonio Abad. En el pasado, elegían esta fecha los que tenían intención de confiar el antiguo pesebre a las llamas de las hogueras encendidas en las plazas de Nápoles, en honor a este Santo.
Otras fechas para deshacer el pesebre y poner las estatuillas que han poblado el mismo, son el dos de febrero, fiesta de la Purificación, y el tres de febrero, la fiesta de San Blas.
Las fechas tradicionales para desacer el pesebre, como vemos, son todas las ocasiones en honor de los Santos «viejos», así como cerca de Navidad se recuerdan los Santos «jovenes» (San Esteban, los Santos Inocentes, San Juan Evangelista).
Los rituales que he descrito, el respeto del calendario, el cuidado amoroso que rodea el pesebre, el orgullo con el que se muestra a los visitantes, la solicitud con la que se transmite a los demás la pasión, la misma atención con la cual, al final de la temporada de Navidad, se guardan las estatuillas, los llamados «pastores», son tantos aspectos sobre cada uno de las cuales es necesario reflexionar, comprender la importancia de esta tradición que parece hoy en día adquirir una nueva vitalidad.