En Nápoles, el Museo de San Martino conserva uno de los más famosos pesebres con «pastores» del Setecientos. Los «pastores» fueron coleccionados por una personalidad multifacética del Ochocientos napolitano, Michele Cuciniello, quien donó su colección al museo y personalmente se hizo cargo de la creación de la «roca» del pesebre.
El «Pesebre Cuciniello» de San Martino es, en Nápoles, sin duda, el más famoso pesebre del Setecientos, del tipo que he descrito como «culto«.
Los pesebres, a diferencia de otras obras que se denominan de acuerdo con el autor, reciben su designación por parte del coleccionista: por lo tanto, el «pesebre Leonetti» es aquel los cuales «pastores» fueron recogidos por el conde Leonetti, el «pesebre Catello» por dos hermanos de este nombre, que también son estudiosos del pesebre del Setecientos.
En el caso del «pesebre Cuciniello«, sin embargo, el coleccionista es también el autor de la puesta en escena de la «roca» y creador escenográfico.
Michele Cuciniello es una personalidad versátil e interesante, que vivió en pleno Ochocientos (nacido en 1823, en Nápoles, donde murió en 1889). Interesado en diversas disciplinas y en varias artes, estudió arquitectura, donde se graduó, empezó a coleccionar «pastores» del Setecientos, y en este campo adquirió una amplia experiencia; también se dedicó a escribir obras de teatro.
Que fuera un tipo muy curioso fue claro muy pronto. Ya a los dieciséis años hizo un primer viaje a París, donde regresó a treinta y tres años, en una especie de exilio, probablemente en conflicto con el gobierno de la época, interrumpiendo así su prometedora carrera como arquitecto al servicio del estado.
En el exilio en París, se dedicó por completo el arte dramático, escribiendo guiones, cuyo valor está demostrado por el hecho de que una famosa compañía de teatro época (la de Antonio Petito) los puso en el escenario durante unos treinta años. Algunas de sus obras permanecieron inéditas y el Museo di San Martino entró en posesión de algunos manuscritos, comprados a los herederos.
De regreso a su tierra natal, Michele Cuciniello comenzó (o continuó) su colección de «pastores», que pronto se hizo famosa.
En patria se hizo amigo de diferentes personalidades prominentes de la cultura: entre ellos dos nombres bien conocidos por los que se ocupan de arqueología y historia del arte del sur de Italia: Giuseppe Fiorelli y Demetrio Salazar.
Fiorelli es mejor conocido por las excavaciones en las ruinas de Pompeya, en el curso de las cuales inventó el método para llenar los huecos en el suelo de la ciudad, cubierta de ceniza del Vesubio, conseguiendo los moldes de yeso de los antiguos Pompeyanos víctimas de la ira del volcán. Devenido, después de la unificación de Italia, Director General de los Museos de Nápoles, instó a su amigo Cuciniello a donar a la Ciudad su vasta y célebre colección de pastores del Setecientos.
La colección fue recibida en el Museo de San Martín por el director Demetrio Salazar, una figura importante del Risorgimento italiano, patriota entusiasta y histórico del arte meridonal.
Para donar su colección, Cuciniello planteó algunas condiciones: la principal fue que él mismo fuera quien creara la escenografía para la colocación de los pastores, con la ayuda de un arquitecto amigo. Por esto, Michele Cuciniello dio su nombre al famoso pesebre, no sólo como coleccionista, sino también como autor.
La idea de mayor impacto visual actuada por el arquitecto Cuciniello fue la de cortar una parte del arco del espacio en el que estaba colocado el pesebre, para crear un efecto de segura sugestión por la luz que cae desde arriba.
La «roca» del pesebre Cuciniello se divide en tres partes, que corresponden a los tres episodios tradicionales que conforman la «historia» del pesebre: el lugar de anuncio a los pastores, la Natividad, la taberna.
El episodio del anuncio se coloca en un entorno rústico, poblado por campesinos y pastores ocupados en sus actividades, como se podía ver en los alrededores de Nápoles, y del que un pálido reflejo final he podido atestiguar por mí mismo en mi correrias de juventud. La parte de la población rural y el alto de la Natividad están separados por un valle de aspecto hórrido, pero al mismo tiempo conectados por un puente arqueado, que también pertenece a la tradición y contribuye mucho al efecto pintoresco del conjunto.
El nacimiento se lleva a cabo, de acuerdo con la tradición del Setecientos inaugurada por los Padres Jesuitas, en unas ruinas de templo romano. Esto correspondía por un lado al gusto arqueológico del Setecientos, a raíz del descubrimiento apasionante de Herculano y Pompeya, la ciudad sepultada por el Vesubio, por el otro a un cierto espíritu de propaganda, lo cual, en el nacimiento del niño en un templo pagano en ruinas, quería simbolizar el triunfo del cristianismo sobre las religiones paganas del imperio romano. Alguien con un poco de malicia, criticó la estructura fina del templo, señalando que las columnas tenían un diámetro menor que el ancho de los hombros de los «pastores».
Al alto conduce una escalera tallada en la roca que crea un bonito efecto de ritmo circular, en oposición a la otra que va desde la taberna hasta el piso de abajo.
La taberna se encuentra en una casa de dos pisos; a la segunda planta se accede por una escalera exterior, como todavía se puede ver en las arquitecturas rurales. La casa del pesebre Cuciniello también se ha vuelto famosa gracias a las muchas réplicas que fueron hechas por los artesanos de San Gregorio Armeno.
Estas tres partes, que están conectados en un segundo plano por las alturas a la distancia, constituyen la «roca», en la que Cuciniello parecíó volver a su antigua profesión de arquitecto, así como no faltaron aquellos que quisieron comparar la gran «comedia humana», representada por los personajes que componen las distintas escenas, a la actividad de comediógrafo del singular coleccionista.
Y usted, ¿alguna vez ha visitado el pesebre Cuciniello en la Certosa de San Martino? ¿Qué opinas?