La construcción del pesebre es una actividad que satisface muchas de las necesidades psicológicas y espirituales: este es probablemente el encanto que cada uno de los pesebres induce, incluso el más simple, incluso el creado «al último minuto», tal vez para complacer al niño que hizo un puchero porque, en Navidad, quiere absolutamente «su» pesebre.
Las simples habilidades manuales y técnicas para construir el pesebre son básicamente las mismas que se usan para preparar el modelo del tren o de la batalla de Waterloo.
En su lugar, a menudo, para construir el pesebre, se necesita un impulso emocional más fuerte.
Por supuesto, para hacerlo al último momento, tienes que tener la capacidad de «ver» el resultado, incluso antes de ponerte a trabajar.
Algo del genio de Picasso, que en un asiento y un manillar de bicicleta de inmediato vio la cabeza de un toro: la visión que dio origen a una de las esculturas más importantes de la era moderna.
No piense, ahora, que hay que ser un genio: ni siquiera soy Picasso, pero, cuando se trata del pesebre, sobre todo en ciertos casos, me doy cuenta de que mi inventiva se afina.
Era la víspera de Navidad por la mañana. Un amigo, encontrado en la calle, me contó su problema: que no sabía cómo complacer a su hija, de nueve años, que quería el pesebre. Tenia dificultades económicas y también el más pequeño gasto para comprar un pesebre, incluso simple, hubiera sido un peso. Lo pensé un poco y al final: «¿En casa tienes un barril de detergente?» le pregunté.
Todavía recuerdo la escena. El amigo me miró desconcertado: sabe que acerca de ciertas cosas nunca me pondria a bromear y entonces, probablemente, creió que la cabeza no me funcionaba en absoluto.
Pero repití la pregunta con decisión: en el barril de detergente, ya habia «visto» la cueva de la Natividad.
Y, de hecho, vaciado el barril de cartón del detergente en polvo que contenía, empizo a cortarlo, romperlo, modificarlo: despues, con un poco de periódicos viejos, tiza y otros materiales avanzados de la construcción de mi casa, bajo la mirada encantada de la niña y esa asombrada de su padre y de su madre, en una hora el barril se conviertió en una cueva, que tal vez no era una obra maestra, pero que sin duda a la medianoche podia dignamente recibir al Niño.
Hace algún tiempo, me encontré con mi amigo y él todavía recordaba esa víspera de Navidad, cuando había sido testigo de la transformación, que a él y su familia había aparecido como algo milagroso, de un barril de detergente en una cueva de pesebre.
La construcción del pesebre, en definitiva, es lo que yo llamo «mi Alquimia», mi «transformación del plomo en oro.»
En otras ocasiones, siempre con el impulso emocional para satisfacer un deseo, trabajé más cunas en poco tiempo. Como sucedió en los días antes de la Navidad de 1980.
A finales de noviembre de ese año, uno de los más terribles terremotos que Italia recuerde sacudió las regiones de Campania y Basilicata, con efectos desastrosos sobre todo en Irpinia, donde se destruyeron pueblos enteros, como Calabritto, la tierra de mi padre y mi madre, y muchisimas fueron las víctimas humanas. Los hospitales de la Campania se llenaron de pobre gente atormentada en el cuerpo y en el alma.
Unos días antes de Navidad, un amiga mía, que realiza trabajo voluntario en hospitales, me dijo que un joven de Senerchia, mutilado de una pierna, se lamentaba que, obligado a quedarse en el hospital, esa Navidad no habría tenido pesebre.
No sé si el amiga, sabiendo de mi pasión y mis habilidades manuales, había hablado con un propósito específico, pero empecé a trabajar de inmediato y esa noche hice un pequeño pesebre, creo que 25 x 25 cm, que poblé con las llamadas «moschelle», es decir, con esos pastores de pocos centímetros de altura, que en su mayoría sirven para las distancias, pero que también se pueden utilizar para los pesebres en miniatura.
Al día siguiente, se lo di a su amiga que estaba feliz de llevar ese regalo inesperado al infortunado joven.
Por supuesto, se apresuró a comunicarme la reacción emocional no sólo del destinatario, sino de todo su pasillo. Pero también me dijo que incluso el pasillo de al lado hubiera gustado tener su pesebre en Navidad. Tampoco esta vez sabia si el amiga se esperaba que yo hiciera algo; en cualquier caso, al día siguiente otro pequeño pesebre estaba listo.
No quiero insistir demasiado: al final, siempre por intervención del amiga, construí una docena de pesebres para los pasillos del hospital. El último, casi con el agua hasta la garganta, lo hice la mañana de la víspera de Navidad, tratando de recuperar aquí y allá un poco de materiales. Tube que modelar rápidamente incluso las figuras, usando un material plástico que no requiere cocción.
Cuando, a la medianoche, el más pequeño de la familia había puso el Niño Jesús en el pesebre, no pude evitar de sentir un estremecimiento de satisfacción al pensar que, en la misma hora, gracias a mi modesto trabajo, el Niño Jesús «nació» en una docena de salas de hospital.
La magia de la Navidad: el Niño que nace es el signo visible de la esperanza. Mientras que un niño nace, significa que el hombre no se ha cansado de esperar y que Dios no se ha cansado, a pesar de todo, del hombre. Esta es la motivación fundamental que mueve mis manos en el construir el pesebre.
En Bevagna, en Umbría, en el portal de la iglesia de San Miguel, hay una bella imagen del Arcángel en vuelo. Por desgracia, esta vez, puedo demostrarte solo el boceto rápido que hice y que no puede reproducir la determinación de la mirada, fija en hacer la voluntad de Dios, y la leve sonrisa que asoma en sus labios. A la rapidez del vuelo, se despliega el rollo recto por la mano izquierda: la inscripción dice: «traigo en ayuda a los infelices, ofrezco gozo a los beatos. Por orden del Señor, tengo conmigo el libro».
El «libro» es ese en el que toma nota de las buenas acciones de los hombres.
Por desgracia, no creo que de mi el Arcángel aya podido escribir mucho. Pero quizás estas pocas cosas, al menos eso espero, las habrá anotado. Y tal vez, quién sabe, será suficiente, para que San Pedro no sea demasiado severo, cuando tocaré a su puerta.
Y tu, cuáles son tus recuerdos de Navidades pasadas?